Romper
moldes no es cosa fácil, mucho más si los moldes llevan intactos
desde los más remotos tiempos. Marie Curie (de
soltera, Maria Sklodowska) los rompió a pesar de tenerlo todo en
contra: era mujer, era una emigrante de origen polaco en Francia y,
por si esto fuera poco, tuvo la osadía de ser más inteligente, más
capaz y más trabajadora que la mayoría de los hombres, en una
época, la de principios del siglo XX, marcada por el desprecio a la
capacidad intelectual de las mujeres. A pesar de todos esos
inconvenientes, se le
reconoció el mérito con dos Premios Nobel, el de Física en 1903 y
el de Química en 1911.
El
milagro de Marie Curie se fraguó a finales del siglo XIX, cuando la
ciencia descubría una serie de fenómenos, tan inesperados y
fascinantes, que rozaban con la magia.
En 1886, Hertz demostró
experimentalmente la existencia de unas ondas que viajaban a la
velocidad de la luz, las ondas electromagnéticas.
En 1895, Röntgen descubría
otro tipo de radiación capaz de atravesar la carne y dejar a la
vista los huesos. Tan extraños eran esos rayos que el científico
decidió llamarlos con el nombre de una incógnita: rayos
X.
Al
año siguiente, Henri Becquerel decidió
investigar las propiedades de ciertas sustancias fluorescentes.
Utilizó unas sales de uranio, la expuso al Sol un
tiempo y luego las envolvió con un trapo negro para demostrar que
los rayos emitidos eran capaces de atravesar la envoltura y velar una
placa fotográfica. Pero, durante unos días el cielo se nubló y
Becquerel descubrió, atónito, que las sales de uranio no
necesitaban ser expuestas al Sol para adquirir fluorescencia. Por sí
solas, emitían unos rayos penetrantes de distinta naturaleza a los
descubiertos por Röntgen.
A
Becquerel le hicieron poco caso, tan poco que, después de un tiempo,
decidió abandonar las investigaciones y dedicar su atención a otras
cosas. Fueron Marie y su marido, Pierre
Curie, los que se empeñaron en estudiar los misteriosos
"rayos del uranio". No tardaron en descubrir que el uranio
no era el único,el torio emitía también la
misma radiación, pero lo más sorprendente fue descubrir que la
emisión dependía exclusivamente de la cantidad de uranio o torio
presente en la muestra y era independiente del compuesto químico que
formaran. Llegaron a la conclusión de que el fenómeno debía estar
conectado de alguna manera con el interior del átomo.
El
matrimonio inició un conjunto de experimentos que culminaron con el
descubrimiento de dos nuevos elementos, desconocidos hasta entonces:
el polonio, nombre
que se le dio en recuerdo de la patria de Marie y el radio. La
radiación emitida por el radio era tan elevada que Marie Curie
decidió llamar al fenómeno "radiactividad".
A
partir de entonces, Marie se concentró en la obtención de radio
metálico mientras que Pierre estudió las propiedades químicas,
fisiológicas y luminosas de las emisiones radiactivas, que
clasificó, según su carga, en positivas (rayos alfa), neutras
(rayos gamma) y negativas (rayos beta).
Los
esposos Curie fueron galardonados en 1903, junto a Becquerel, con el
Premio Nobel de Física por el descubrimiento de la radiactividad.
Ocho años más tarde, Marie recibió el Premio Nobel de Química en
reconocimiento por los trabajos que le permitieron aislar el radio
metálico, con lo cual se convirtió en la primera persona en la
historia merecedora en dos ocasiones de dicho galardón.
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